jueves, 22 de marzo de 2007

Los ingredientes básicos de la materia

The gods too are fond of a joke

Aristotle (384 BC - 322 BC)


Aristóteles, al igual que su maestro y el maestro de su maestro, se complacía en escuchar las dudas filosóficas de sus discípulos más agudos. Pero pronto este placer daba lugar a un terrible padecimiento propio de la mayoría de los grandes pensadores. La raíz de este extraño malestar consistía en que cada vez que era expuesta una inquietud intelectual, Aristóteles sediento por conocer, la hacía propia, y luego la magnificaba a tal grado que le era imposible dormir durante días. El único alivio venía cuando, tras intensos e incesantes dolores, el alma del filósofo daba a luz una nueva idea, con la cual podía dar alguna respuesta a la pregunta que había iniciado su padecer, y así obtener un poco de alivio. Pero el mal que aqueja a hombres como Aristóteles es progresivo e incurable; ya que usualmente las respuestas que obtenemos generan a su vez nuevas incertidumbres, las cuales sólo nos llevan a darnos cuenta que lo único que sabemos es que no sabemos nada.

Cierto día alguien preguntó a Aristóteles si era posible saber de qué estaba formada la luna. Pero él no intentó formular hipótesis acerca de si era queso, plata, o algún otro material el que constituía a la luna; sino que, como de costumbre, fue más lejos y se propuso conocer de qué estaba hecha la materia que hay en el universo.

El filósofo sabía que para poder comprender mejor el universo que nos rodea, es conveniente hacer un análisis que nos permita dividir lo complejo en partes más sencillas.- Una casa es un objeto complejo compuesto de ladrillos, piedra y madera- se decía a sí mismo.- Observando una carreta, reflexionaba acerca de que ésta podía describirse como una lista de partes. Pero su mejor ejemplo de la reducción de lo complejo a lo simple fue la cocina, ya que está organizada a partir de una colección de ingredientes básicos. Entusiasmado con este último ejemplo se preguntaba si era posible determinar cuáles eran los ingredientes que los dioses habían extraído de la despensa de Zeus, allá en el Olimpo, para formar con ellos el mundo.

Un día Aristóteles, flaco y cansado, tras muchas noches de insomnio, entró en la cocina de su casa decidido a conocer cuál había sido la receta usada por Zeus en la elaboración del universo.

Probablemente fue la falta de sueño, o tal vez Zeus sintió que se le faltaba al respeto cuando Aristóteles lo imaginó como una especie de cocinero cósmico. Pero el caso es que, cuando el filósofo se acercó a la hoguera, el borde de su túnica fue alcanzado por las llamas, y pronto el fuego se extendió a su manto. Aristóteles, horrorizado, arrancó con las manos sus vestiduras, las echó al suelo y vació un balde de agua sobre su ropa chamuscada y sobre la hoguera. Al ser apagada la hoguera, las brasas empezaron a echar muchísimo humo y amenazaban con encenderse nuevamente, tanto que a Aristóteles le faltaba el aire. Así que para cerciorarse de que el fuego no volviera a extenderse, el filósofo echó un montón de tierra sobre los restos de la hoguera.

Esa noche Aristóteles pudo por fin conciliar el sueño al determinar que toda la materia del universo está formada por cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra.

El mejor lugar para vivir

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