All the world's a stage and most of us are desperately
unrehearsed
Sean O'Casey - Irish dramatist (1880 - 1964)
Tal como sucedió en el principio, todo era obscuridad... y a una voz, la luz fue. Entonces el fulgor de mil reflectores, cual un universo de gigantes estrellas, te encegueció. Pasaste del abrazo y cobijo de las tinieblas a estar inmerso en un mar de luz, de fulgores, de brillo. Pasaste de la ceguera por ausencia de luz, a la ceguera por la abundancia de ella. Y en eso escuchaste algo semejante a una explosión, a un estruendo. Como el estruendo que debió haber sido al comienzo de los tiempos. Aplausos por doquier. Y ahí estás, al centro del escenario.
Primero un paso hacia adelante, luego dos, y después el tercero. Y te detienes. Tal vez debería decir que te contienes. Y hay un breve espacio, un espacio mínimo entre el momento justo en que tu línea debió empezar y el momento en el que realmente tus labios empiezan a pronunciarla. Un breve instante de duda, de cuestionamientos, de ensayos y más ensayos. De ensayos mentales. Un breve espacio que para el público es nada, para el director tan sólo un pestañeo... para ti, la eternidad.
Instantes de suspenso que unos no perciben, y que para otros duran lo que un suspiro. Instantes de vacilación, de inseguridad, de ensayos interiores, instantes cargados del fuego de lo incierto y del plomo de lo eterno. Y así, tan sólo un soplo es el tiempo que se requiere para tomar la determinación de hablar aquello que creíste eran tus líneas.
Mi propio instante, mi propio pestañeo. Mi brevemente largo y eterno silencio, quedo e imperceptible, como imperceptible es la eternidad misma. Ya ha cesado. Ahora es la hora que de cara al público que no veo y frente a las miradas que no miro, diga mis improvisadas palabras...
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